/ martes 6 de marzo de 2018

Grandes Capitales 2; un recorrido por las capitales europeas

Por Guadalupe Mendoza Alcocer

 

Cuatro semanas de viaje por el viejo mundo con mis amigos y compañeros de trabajo fue poco tiempo aunque a ratos demasiado. Lo habíamos planeado paso a paso. A pesar de ello a veces nos desesperábamos. El ritmo de los pasos y de las miradas de cada uno eran diferentes, unos se retrasaban y otros querían avanzar. En número de acuerdos de cómo movernos aumentaron día a día, lo único que permanecía, a lo que todos apostábamos, era la armonía y la amistad.

 Las Grandes Capitales del viejo mundo sin ser exhaustivas han sido llamadas así porque han sido cabeza de una región por siglos. Nuestra elección de iniciar por Berlín tuvo un motivo principal, en el despacho que trabajábamos estuvo por dos años una chica alemana, Maja Zimer. Cuando regresó a su país nos dejó un hermoso libro de la ciudad restaurada. Teníamos ganas visitar juntos “Der Reichsag”, edificio del Parlamento Berlinés restaurado por Sir Norman Foster premio Pritzker de Arquitectura.

Nuestro segundo destino fue Roma, la ciudad eterna, imperial, renacentista y barroca, (incluyendo la Ciudad del Vaticano). En Roma renovamos los acuerdos y administración del tiempo, había tanto  que visitar, se diversificaban los gustos y los intereses. Mi “yo” de caminante solitario resurgió la primera mañana, apenas amaneció me eché a andar camino a la Basílica de San Pedro, en la Plaza mis ojos subían hacia lo alto, la columnata de Bernini era colosal. Entré a la Basílica, mis nervios me hicieron olvidar que a la derecha, justo a la entrada estaba la más hermosa Pietá de Miguel Ángel. Las dimensiones del mayor templo de la cristiandad me impactaron profundamente, el baldaquino cubriendo el altar principal y en lo alto la inmensa cúpula, puerta del barroco, del artista florentino Miguel Ángel. Me sentía diminuta. Con humildad pediría a mis amigos que regresáramos juntos.

En la ciudad de Londres, nuestro penúltimo destino, acordamos movernos todos juntos. Trafargar Square nos pareció el corazón donde palpitaba la ciudad, ese espacio público victoriano fue una visita obligada; el Castillo de Windsor sede de una de las casas reales más importantes de Europa, el conjunto neogótico de las Casas del Parlamento, la Abadía de Westminster, el Big Ben visto desde el Támesis. En el punto más alto de la ciudad visitamos y la Catedral Anglicana de San Paul con su cúpula barroca que se asemeja a la cúpula de San Pedro en Roma y que volveríamos a encontrar en su versión francesa en la cúpula de los Inválidos justo sobre la tumba de Napoleón.

Llegamos a París, la emoción del viaje ha ido creciendo. La experiencia de los lugares visitados se acumula, no queremos perdernos de nada. Primero visitar Nuestra Señora de París, llegar por la tarde para que el sol del poniente se colara por los vitrales, luego la otra visita obligada fue “la dama de hierro”, la tour, estructura de fierro construida para la Expo en París en1889, pagar para subir sus 300 m de altura. Un recorrido obligado es los Champs Élysées eje de 19 Kilómetros de largo que comprenden las obras suntuosas del Rey sol (siglo XVII) y pasando por abajo del Arco del Triunfo continuar al Arco de la Defensa de arquitectura de fines del siglo XX. Aunque vimos muchas cosas más el tiempo traiciona y te envuelve la fantasía de regresar.

Facebook- Guadalupe Mendoza Alcocer

E mail guayus@hotmail.com

Por Guadalupe Mendoza Alcocer

 

Cuatro semanas de viaje por el viejo mundo con mis amigos y compañeros de trabajo fue poco tiempo aunque a ratos demasiado. Lo habíamos planeado paso a paso. A pesar de ello a veces nos desesperábamos. El ritmo de los pasos y de las miradas de cada uno eran diferentes, unos se retrasaban y otros querían avanzar. En número de acuerdos de cómo movernos aumentaron día a día, lo único que permanecía, a lo que todos apostábamos, era la armonía y la amistad.

 Las Grandes Capitales del viejo mundo sin ser exhaustivas han sido llamadas así porque han sido cabeza de una región por siglos. Nuestra elección de iniciar por Berlín tuvo un motivo principal, en el despacho que trabajábamos estuvo por dos años una chica alemana, Maja Zimer. Cuando regresó a su país nos dejó un hermoso libro de la ciudad restaurada. Teníamos ganas visitar juntos “Der Reichsag”, edificio del Parlamento Berlinés restaurado por Sir Norman Foster premio Pritzker de Arquitectura.

Nuestro segundo destino fue Roma, la ciudad eterna, imperial, renacentista y barroca, (incluyendo la Ciudad del Vaticano). En Roma renovamos los acuerdos y administración del tiempo, había tanto  que visitar, se diversificaban los gustos y los intereses. Mi “yo” de caminante solitario resurgió la primera mañana, apenas amaneció me eché a andar camino a la Basílica de San Pedro, en la Plaza mis ojos subían hacia lo alto, la columnata de Bernini era colosal. Entré a la Basílica, mis nervios me hicieron olvidar que a la derecha, justo a la entrada estaba la más hermosa Pietá de Miguel Ángel. Las dimensiones del mayor templo de la cristiandad me impactaron profundamente, el baldaquino cubriendo el altar principal y en lo alto la inmensa cúpula, puerta del barroco, del artista florentino Miguel Ángel. Me sentía diminuta. Con humildad pediría a mis amigos que regresáramos juntos.

En la ciudad de Londres, nuestro penúltimo destino, acordamos movernos todos juntos. Trafargar Square nos pareció el corazón donde palpitaba la ciudad, ese espacio público victoriano fue una visita obligada; el Castillo de Windsor sede de una de las casas reales más importantes de Europa, el conjunto neogótico de las Casas del Parlamento, la Abadía de Westminster, el Big Ben visto desde el Támesis. En el punto más alto de la ciudad visitamos y la Catedral Anglicana de San Paul con su cúpula barroca que se asemeja a la cúpula de San Pedro en Roma y que volveríamos a encontrar en su versión francesa en la cúpula de los Inválidos justo sobre la tumba de Napoleón.

Llegamos a París, la emoción del viaje ha ido creciendo. La experiencia de los lugares visitados se acumula, no queremos perdernos de nada. Primero visitar Nuestra Señora de París, llegar por la tarde para que el sol del poniente se colara por los vitrales, luego la otra visita obligada fue “la dama de hierro”, la tour, estructura de fierro construida para la Expo en París en1889, pagar para subir sus 300 m de altura. Un recorrido obligado es los Champs Élysées eje de 19 Kilómetros de largo que comprenden las obras suntuosas del Rey sol (siglo XVII) y pasando por abajo del Arco del Triunfo continuar al Arco de la Defensa de arquitectura de fines del siglo XX. Aunque vimos muchas cosas más el tiempo traiciona y te envuelve la fantasía de regresar.

Facebook- Guadalupe Mendoza Alcocer

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